Saturday, February 18, 2006

Una Bujía A Modo Editorial

Los hermanos Chang, señores del vicio, capos del ocio, mafiosos especializados en tráfico de opio, contrabando de absintio y trata de blancas, negras, asiáticas y mujeres barbudas, son también unos mecenas inmejorables de cuanto dislate se les atraviese en el camino y cuyo tema ignoren en su totalidad. Así, ajenos a la mecánica automotriz (¿quién ha visto chino con taller automotor?) y a la LITERATURA (como también nosotros lo somos, de ambos oficios), los hermanos han decidido abrir un taller y para colmo patrocinar esta(e) blogrevista (¡ah, qué cosa con los géneros!). Así que “esto” que usted, electrónico lector, tiene ante sus ojos, es un pasquín de anónimos que no le temen a la rúbrica. Ponga usted la estatua, eso sí. Con “esto” no presumimos de nada, ni nada nos presume, apenas anhelamos pasar un buen rato (y tanto trabajo hemos llevado que dudamos pasemos al segundo número y al segundo buen rato), junto a las malas compañías, que son las mejores, tal como dice Sabina, donde facilidad y dulzura se halla siempre, tal como dice Quevedo.

¿De qué va el pasquín? De todos menos de LITERATURA, aunque uno nunca sabe y a lo mejor se nos cuela la mentada sin darnos cuenta. En fin, nos gusta la literatura infantil, el terror, la ciencia ficción, la literatura fantástica, el género de aventuras, el policial, el ensayo bizarro (acuñamos el término, por si acaso), el cómic, la pornografía, el humor, el chiste barato, y cualquier otro texto inclasificable que presuma de mal gusto y malos modales de caballero idealista.

Este primer número está dedicado a los mecánicos, íncubos en bragas manchadas de sesos humanos, reencarnaciones sucesivas de inquisidores, verdugos y torturadores en general. ¡Ah, y a Melania! Musa de los locos y los perpetradores fallidos.

P.S. Con ¨esto¨ hemos querido llevar el formato del blog más allá de sus límites conocidos, con lo que sí podemos decir que algo pretendemos. Pero tal pretensión de revistablog no hubiera sido posible sin la colaboración de nuestros rubricantes. El agradecimiento es obvio, puej.


José Urriola y Fedosy Santaella.
(Los testaferros).
P.S. Si alguien viene a venderle esta revista, no la compre. Es gratis.

De totonas y afines

MIREYA TABUAS

las totonas

Sin duda tienen vida propia. No sé si cerebro. Pero corazón sí. Y voluntad. Ellas se mandan. Tienen sus propios gustos. No preguntan. Se creen, las muy tozudas, que tienen la verdad de la existencia. Que son una suerte de oráculo. Siguen sus propios pasos. Nos mandan callar. Son, digamos, más seguras que la mayor parte de sus dueñas (son, ante todo, libres de cualquier forma de mando. De algún modo, las totonas tienen cierta gallardía de diosas. Aseguran que son inmortales. Y lo demuestran. Mientras los hombres creen que sus falos gobiernan (complejo de espadachines), las totonas llevan siglos dirigiendo el mundo. No, señor Freud, no hay envidia del pene, todo fue un engaño. Las totonas son una religión en sí mismas. Un altar que ellas mismas veneran. Baste verlas, altivas en sus profundidades y pliegues. Las totonas no dudan. No hay cielo ni infierno en ellas, ni santidad, ni sacrificio, ni malas palabras. Tampoco hay cansancio ni rabia. Las totonas tienen siete sentidos: olfatean y miran y oyen y palpan y prueban y, además, atrapan y aman. Es un secreto, sí, tienen ojos y orejas y labios y dientes. Cantan (basta aguzar los oídos). Las totonas ni preguntan ni se cuestionan. No necesitan espejos. Son húmedas, pantanosas, acuáticas. Y sinceras. Abrazan (¿abrasan?) al pene como una manta. Las totonas tienen siete vidas y le dan la vuelta al mundo en el roce de unas sábanas. Nunca habrá ninguna totona igual a otra. Tienen su identidad y sello y personalidad y mañas y tics y teorías. No duermen. No mienten. Tienen luz propia. Pobre de aquel que hiere a una totona: no faltará el castigo, la ruina, la tortura, los siete males, la ira de los dioses. Porque las totonas al final no son más que una misma y poderosa y majestuosa hembra.

los pipirichos

No tienen cerebro, eso es definitivo y hay que aclararlo desde un principio antes de seguir con el resto de la descripción. No tienen cerebro, insisto, por eso andan por la vida como a tientas, desconcertados y torpes, como unos niños grandes que no saben andar. Dependientes, requieren de las profundidades, sean cuales sean, para vaciar su exceso. Sedientos, mendigos, pedigüeños, ávidos de hembra. Minúsculos en su cotidianidad, un bulto que cuelga. Sin embargo, se transforman, magos corrompidos amorosamente por unos senos. Se elevan solemnes. Se hacen galantes, hermosos en su firmeza. La perfección en su altura. Tiemblan ante los labios, retan a las manos, se dejan usar subyugados ante el poderío de la dama. Son esclavos, les gusta su papel de vasallos. Dominados, declinan bajo los designios de la totona, reina y señora del universo. Ansían las nalgas como premio mayor de la jornada. Luchan contra sí mismos para hacer prolongar el espejismo. Y se hacen débiles y simples, deben aguardar silenciosos para la nueva batalla. La mujer es la gran heroína de la noche.Lamentablemente nos atrapan. Las totonas, ciegas, no oyen consejos y se lanzan a adorarlos y los endiosan. Los pipirichos, entonces, se creen grandilocuentes, amos y señores de la humanidad. Se creen dueños de todas las totonas del mundo, harén de vulvas. Nosotras las totonas no estamos sindicalizadas, no formamos un frente común, no comulgamos en un club ni en una ONG. Los pipirichos lo saben: siempre habrá totonas dispuestas a luchar por tumbarle el cargo gerencial a otra. Los pipirichos siguen adelante. No tienen cerebro ni memoria ni premonición. No recordarán la totona del día de ayer, tampoco imaginarán la de mañana. Claro, los pipirichos saben que tienen el día de hoy para vivirlo, no saben si tienen mañana.

tetas

Basta probar con delicadeza y profunda devoción. La punta de la lengua debe ser colocada en la cúspide del pezón, como quien lleva la ofrenda al altar. Se operará el milagro. El seno todo reaccionará en cascada y se levantará con todo el ímpetu, el arrebato, el garbo. Y no él solo, su gemelo se alzará gallardo y solemne y pedirá su parte del botín. Los dos pezones serán dos botones pequeños y nobles y dispuestos a cruzar la Antártida. Basta pasar el dedo índice en redondo y con gentileza, como el que camina sin hacer ruido. El cosquilleo compartirá luces con la respiración entrecortada. El temblor invadirá el pecho, la feminidad se prenderá en llamas. Basta con hablarles de cerca, en susurros, como el que reza. Los senos pedirán labios y se abrirán desprendidos y la hembra completa se tenderá como una manta, se expandirá toda sin más límites que su propia desnudez. Hay que probarlos. De azúcar, quizás. O quizás salados. Nunca ácidos. Eso lo sabrá el catador. No todos saben igual, porque no todos son iguales.Algunos se asoman sutiles desde la blusa; otros se adaptan a la más moderna tecnología y sonríen desde la reconstrucción; otros se juntan en exceso, hacinados dentro de un sostén pequeño; otros parecen frutas y hay senos manzanas, senos melones, senos mangas. Los míos conservan su sensibilidad manifiesta e insensata al frío de la noche -que los embellece-, son dos gemelos idénticos, en equilibrio y a prudente distancia uno de otro. No sé por qué llamarlos senos, si son lo femenino en esencia, basta de masculinizarlos, mucho mejor les queda el nombre tetas.

El pecho. Los senos. Las tetas. El portal del ser hembra.

ano

República que proclama libremente la igualdad de los géneros. Territorio que no es hembra ni hombre, aunque es hembra, una hembra doblemente construida. La espalda se abre sublime a unos labios y es un largo camino para la lengua. Los hombros se prestan dispuestos a convertirse en asas para ejercer la fuerza que se sabe vendrá pero que no se quiere aún, no todavía, hay que hacer pausa, retardar el encuentro, marear, adormecer la razón. Navegar en saliva. No hay masculino ni femenino en la entrega. Hay dominante y dominado y cierto ímpetu de fuga. Hay un gemido. Se requiere paciencia. Palabras. Devolverse y empezar de nuevo. Como un juego de convencimiento, de estira y encoge. Mejor más tarde. Mejor otro día. Una primera empresa falla. Rabia el cuerpo. La ternura pide paso y se colea y ablanda los temores. Se dulcifica el dolor. De espaldas, sí, allí sí hay anonimato. Dos cuerpos que no se miran, que no se saben. Pero hay posibilidad para la belleza entre la violencia. Hay dolor, pero entre el dolor está el atisbo de placer y el cuerpo se adhiere a él como un salvoconducto, el placer es un barco que conducen de a dos, como el que camina a ciegas y descubre una luz para entrever la nada. Y probablemente el amor se borre para que deje de haber miedo a qué pasará al día siguiente. Probablemente todo se construya entre esa lucha cuerpo a cuerpo entre el placer y el dolor, a ver quién gana, a ver quién pesa más, para confirmar que siempre el placer será más fuerte, que ganará la batalla final con gran ventaja. Y el amor seguro se queda observando todo de lejos y tal vez riendo con sordina. O tal vez se revela, salvaje y sin nada qué perder.
El ano. El sueño último de los que están lejos.

pipirichos + totonas (o pipirichos + anos, o tetas + totonas o cualquiera de las combinaciones)

El centro de la tierra. El calentamiento global. El sombrero sin fondo del mago. El palpitar acelerado al bajar la montaña rusa. 160 kilómetros por hora en un carro con las ventanillas abiertas. El cruce de miradas en los dos extremos de un puente. Un coctel de sudores que empapa las sábanas. Dos cuerpos tejidos a dos agujas. Una bandeja llena de mandarinas. El ímpetu, la calma, el salto al vacío desde un tren. Un precipicio rocoso que tienta a lanzarse de clavado. La suavidad. La violencia. La violenta suavidad. La suavidad violenta. Las papilas gustativas. La minuciosidad del poro. La finura de cada dedo. La boca del túnel. El silencio. La risa. El quejido que pide más. Dos manos que se entrelazan. El recorrido lento de unos labios que no desconocen caminos. Cada seno, cada pezón, cada pie, cada nalga. Piel de gallina. La aventura. El riesgo. El detenimiento. La impaciencia. Dos cuerpos que nadan en el barrio tibio. La fusión. La fundición. La rítmica. La humedad. Lenguas que no necesitan palabras. Palabras que no necesitan lenguas. El ritual que no necesita memoria. El lenguaje universal de penes y vaginas, de penes y penes, de vaginas y vaginas. La marea de dos cuerpos. El maremoto. El bing bang.Y de nuevo, una sonrisa abre el deseo. La eternidad del instante.

Pregunta

ROBERTO ECHETO

¿Qué habría sucedido si Francisco Herrera Luque hubiese escrito "Viaje a las estrellas" (Star Trek) en lugar de su creador original, Gene Roderberry?

Pues nada, que los títulos de las obras de Herrera Luque serían así:

"Uhura, caudilla de dos colores".

"La luna de Vulcano".

"Kirk de carne y hueso".

"Viajeros interestelares".

"Spock el urogallo".

"Los cuatro klingons de la baraja".

"En el puente de la nave que escupe faizers".

"Los amos de la Enterprise".

"La huella de Sulu".

Este fue un aporte de Los Hermanos Chang C.A. en pro de nuestra cultura intergaláctica.

Muchas gracias.

Aliento de plomo

JOSÉ URRIOLA C.
Gisela fue reportera de guerra, de allí mártir, después modelo y sex symbol, luego mi mujer.

Rozaba los treinta cuando, en pleno frente de batalla, una descarga de metralla le alcanzó la base del cuello y le decoró la línea de la clavícula con un collar de plomo caliente. Cayó de rodillas con el sol en la cara, y esa imagen de mujer malherida daría vuelta al mundo.

Logró salir airosa de la cirugía, pero pidió –por escrito, pues voz no tenía- que dejaran dentro de su cuerpo cada una de las balas y que se las unieran entre sí por una delicada cadena de titanio. Su cicatriz sería una joya. Y a partir de entonces llevaba pronunciados escotes para que todos pudieran ver su collar de plomo, titanio y carnes brotadas por los queloides.

Marcó tendencias. Todas comenzaron a imitarla, se inflingían crudas heridas en la cara y el cuerpo, dejando a propósito las esquirlas, pedazos de hojilla, metales mellados que se convertían en joyas insertas en la carne.

Recuperaría luego la voz, pero sería entonces una voz robótica, con marcados matices metálicos, como de radio humana. Gisela me llenaba la boca de un gusto a saliva oxidada en cada contacto de lenguas. Y al despertar, cada mañana, me exhalaba con su beso de buenos días un denso vapor de plomo en su aliento. Que yo tragué día tras día, sin atreverme a decirle que su aliento me envenenaba de a poco. No fuera cosa que se ofendiera, que pensara que confundía su exquisito gusto metálico con la halitosis. Hay amores que matan, pero matan de gusto.

Pues sí, Gisela fue reportera de guerra, luego mártir, después modelo y sex symbol, luego mi mujer. Y pronto será mi viuda. Toda de negro, pero siempre escotada, ya me la imagino en otra imagen de mujer malherida que de nuevo dará vuelta al mundo.

Repuestos importados


“Mi experiencia tratando de ayudar a otra gente a escribir ha sido limitada pero intensa. He hecho de todo, desde darle dinero para vivir a presuntos escritores hasta hacerles el argumento y escribirles de nuevo las obras, y, hasta ahora, hallo que es una absoluta pérdida de tiempo. La gente a la que Dios o la naturaleza destinan a ser escritores encuentran sus propias respuestas, pero para los que tienen que preguntar es imposible la ayuda. Son nada más personas que quieren ser escritores”.


Raymond Chandler.

Desde la ventana del vehículo

(Haz click en las fotos para verlas más grandes)




De la serie: Mirando Arriba
Autor: Carlos Poleo
Título: S/T
Año: 2005
Técnica: Fotografía color proceso cruzado




De la serie: Mirando Arriba
Autor: Carlos Poleo
Título: S/T
Año: 2005
Técnica: Fotografía color proceso cruzado




De la serie: Mirando Arriba
Autor: Carlos Poleo
Título: S/T
Año: 2005
Técnica: Fotografía color proceso cruzado




De la serie: Mirando Arriba
Autor: Carlos Poleo
Título: S/T
Año: 2005
Técnica: Fotografía color proceso cruzado




De la serie: Mirando Arriba
Autor: Carlos Poleo
Título: S/T
Año: 2005
Técnica: Fotografía color proceso cruzado

Más respuestos importados


“Bruja, s. (1) Mujer fea y repulsiva en perversa alianza con el demonio. (2) Muchacha joven y hermosa, en perversa alianza con el demonio”.


Ambroce Bierce. Diccionario del diablo

Las mujeres de Manara

RON GALANTE


Milo Manara es un autor geni(t)al, sin duda el más genial de los geni(t)ales. No sin razón su primer título se llamó Genius (1969). Pero aquí no vamos a hablar de Milo Manara. En realidad, esto es una excusa para poner ilustraciones del gran maestro italiano, para dejar que goce la mirada y para usar este espacio con el fin de soltar algo de verborrea morbosa. Y es que las mujeres de Manara son la Delicia, con D mayúscala, signifique eso lo que signifique.



Jamás, nunca, verás un culo como el de una mujer de Manara campear la realidad. O no, mentira, en las pornos ya abundan; pero lo que no abunda es un culo como la de una mujer de Manara, con unas piernas, con una boquita pequeña, con unos ojitos maléficos, con unos senos tan europeos, y con una melena como las Malenas de Manara. Y sí, quizá Mónica Bellucci se acerque al ideal. Y es que quizá tanto trazo conjurado, tanta tinta ofrendada, tanto lector extasiado y tanta paja de confesionario, terminaron confabulando quién sabe qué alquimia sexual que terminó trayéndonos al mundo a una que remotamente se asemeja. Pero insistimos, y disculpen sin nos contradecimos, mujeres como las que nos ha regalado el maestro del cómic occidental, no hay. ¡Cuánto habría dado Fellini por conseguir a una Gullivera y ponerle cejas horripilantes en cualquiera de sus filmes descabellados!



Pero además, ni hablar de las actrices porno, ni hablar de Mónica B., lo que emanan las mujeres de Manara, ese cachondeo, esas ganas de coger todo el tiempo, y si no de meterse el dedo, eso nadie lo ha logrado mejor que Manara. Esas mujeres son tan divinas, exudan tanto la lascivia del sexo, que si nos vienen a dar de nalgadas, ¿a quién le importa? Esas carnosas dominatrixes, dominadas por el demonio de la belleza, por el demonio del sexo, por el demonio de Manara, y por todos los demonios de Emely Rose, esas mujeres se restriegan contra las paredes del recuadro del cómic, la cabeza revuelta en mil ideas sucias que exorcisar. No sin razón siempre las vemos poseídas por algo, por una fuerza extraña, por un click o por un perfume de poderes erotómanos, por esa fuerza báquica que nos lleva de vuelta al tiempo en que en los bosques mandaban las mujeres, los sátiros y el dios Pan, el creador del pánico. Estas son las mujeres de Manara, míralas cómo piden la cabalgata. Pero si te acercas, cuidado con el fuste, que te lo van a quitar, y pan pan contigo.

¿Dónde Está La Fecha De Vencimiento?

FÓSFORO SEQUERA

La estuve buscando por diferentes rincones del país, así como los conquistadores se volvieron locos buscando los tesoros que se encontraban en “El Dorado”. Recorrí buena parte de la geografía venezolana y nada que pude dar con la bendita fecha de caducidad del folklore. Sí, casi como una obsesión amorosa, como el trébol de cuatro hojas, desesperadamente, sin obtener el éxito pretendido busqué entre las cintas del sebucán, en las cuerdas que acompañan un galerón, me confundí entre los Pastores de San Joaquín para ver si allí podría encontrarla, pero la única fecha de caducidad estaba, precisamente, en el envoltorio de las famosas panelitas que se venden en la autopista. Sencillamente, muy a pesar de mis intentos, caí en cuenta que el folklore no tiene fecha de caducidad. Todo esto viene a mi mente por aquella voz escuchada en un lugar del espacio donde presentaban un tema musical bajo el género de Neofolklore. De modo que me preguntaba si éste, el folklore, caducaba en algún momento o si éste tenía anotada la fecha de vencimiento en un sitio secreto.

Quizás podamos hablar de nuevos folkloristas, aquellos que asumen la tarea de preservar y rescatar ritos, costumbres y creencias que pertenecen a la sabiduría popular. También podríamos hablar de folklore como aquel conjunto de tradiciones, costumbres, cantos y danzas que se transmiten de una generación a otra. Sin embargo, es evidente que el folklore sufrirá cambios con el correr del tiempo, lo cual no se traduce como nuevo, ya que entonces tendríamos que hablar de la Neoburriquita, del Neojoropo y demás yerbas aromáticas. Por otra parte, asumiendo que tuviese fecha, tendríamos que rebautizar todas las expresiones folklóricas del mundo, menuda tarea para quienes estudian el tema con la profundidad requerida.

Para concluir, quisiera ver la fecha en que el folklore caduca para dar paso a uno nuevo, recién salido de agencia como los carros. Podemos hablar de evolución, de sincretismo, de fusión, pero el folklore siempre será folklore, sin vencimiento, sin plazos.

Todos pa' dentro…

WILLIAM BENSHIMOL

Abran los ojos y sacudan la cabeza. Dejen el falso pudor afuera y enfrenten una realidad oscura e inevitable - pero no menos divertida -. Vamos a por el porno, ese que se cuela en los anaqueles de ciertas casas de alquiler de Video, anónimo, silencioso pero con erecta dignidad y húmedas lecciones. No es el más duro, pero si muy divertido y hasta pedagógico; no mire con pudor a los lados y busque de inmediato "Inside Deep Throat", un documental de Fenton Bailey & Randy Barbato sobre la historia y profunda repercusión en la sociedad americana de ese clásico del cine adulto llamado "Deep Throat" - Garganta Profunda para los nóveles de estas lides - . No crea que convertirá la sala de su casa (o mejor aún el dormitorio privado) en una sucursal del tan bien recordado cine Urdaneta, este trabajo tiene pedigree, lo produce Brian Grazer (Apollo 13, A Beautiful Mind, y la muy recatada serie Felicity) y nada más y nada menos que HBO Documentary Films. Fue además estrenado en el Festival de Sundance 2005 y los distribuye mundialmente Universal Pictures.


Un excelente trabajo que "desnuda" y "penetra" literalmente el impacto generado por el que hasta ahora ha sido el film porno más taquillero de todos los tiempos, amén de ser el clásico por excelencia entre los seguidores de tan carnal material. Aquí no hay cabos sueltos y nada queda al azar, lo que convierte a esta historia en un increíble episodio de aventuras bizarras que movieron los cimientos mismos de una muy reprimida sociedad. Justo homenaje a quienes tuvieron la osadía de llamarse a sí mismos “cineastas independientes”(?). Casi 30 años después, las andanzas orales de la troupe probablemente no escandalicen a nadie. Lástima pues el porno hoy ha dejado de ser divertido, sincero y hasta calentón. La excesiva silicona dañó al negocio, ironía máxima pues se producen más filmes pornos que cualquier otro género en Hollywood y acercarse a los “clásicos” es un buen masaje corporal y cerebral.

No pedimos que se conviertan en cultores del género pero sí que se acerquen y comprendan porque Linda Lovelace y sus regurgitantes dones pertenecen a la historia y estremecieron a un país entero...

Filtros de aire

Poesía es...



Poesía es
verte cambiando un caucho
en mini falda

El Marqués Se Sale


Versos de Delpino y Lamas


(a falta de Delpino, ponemos a Crespo)


Tal como nos lo cuenta Aquiles Nazoa, Franciso Antonio Delpino y Lamas fue el protagonista de una las jugadas más letales y divertidas del humorismo venezolano contra los poderes de Antonio Guzmán Blanco y su compadrito, Joaquín Crespo; en especial contra Guzmán Blanco, quien de hombre culto se dio aires y ni que decir de la procesión de rastacueros que lo seguían y le inflaban los delirios. Así, en aquellos días en que se reprimía cualquier acto o voz política directa que estuviera en contra de la estulticia reinante, el jalamecatismo y guirnaldas varias, un grupo de jóvenes mamadores de gallo tuvieron a bien burlarse de todo esto, coronando a un oscuro trabajador de fábrica de sombreros que pretendía ser poeta. Nada y nada menos que a Delpino y Lamas, pésimo escribidor de versos y tal como dice Nazoa “de una imaginación funambulesca que en nuestro tiempo le hubiera envidiado el mejor poeta dadaísta”. Su apodo popular: “El Churulí del Guaire”. Así, famoso por sus versos disparatados, Delpino y Lamas fue coronado insigne poeta en el Teatro Caracas la noche del 14 de Marzo de 1885, en mordaz parodia a las ínfulas y actos del “Ilustre Americano”. Hasta un periódico se fundó en su nombre: “El Delpinismo”. Pero el gobierno no era tan tonto, y captó la jugada. Los perpetradores fueron presos y el periódico clausurado. Pero al final, el poderoso fue burlado y en ridículo quedaron sus pretensiones. Duro contra los malos siempre.

He aquí, algunos versos de Delpino y Lamas, tan malos que son buenos, tan descabellados que son modernamente dadaístas o surrealistas, o como los quieran llamar:

IMPRONTA

Pájaro que van volando
parado en tu rama verde;
pasó cazador, matóte:
¡más te valiera estar duerme!


MIS RATOS EN EL BAÑO
(fragmento)

Desde mi clara y bulliciosa fuente,
Donde me baño entre linfas y espumas,
Te admira, aurora resplandienciente,
Al través de blancas y densas brumas.

Un rayo de tu luz cual pluma siento
Que me escribe cándido, sobre mi frente:
El copia de mi musa el pensamiento
Que dedico al bardo desde la fuente.

Cuando por tu vergel vaya un canario,
Y entre las flores te cante divino,
No la espantes, que es mi humilde emisario
Tu cantor, Francisco Antonio Delpino.



Poema western



Así nos hizo la vida...
al principio amarillentos,
con el tiempo nos vamos tornando marrones,
siempre mal olientes.

A veces duros, a veces blandos
a veces nos derretimos bajo la inclemencia del sol.

Estamos dentro de ti,
a veces líquidos,
a veces no paramos,
a veces nos atascamos
y cuando no salimos te sonrojas y sudas.

A veces caemos estruendosos,
chapoteamos y cuando salpica,
arrugas.

¡Puaj!

Pedro Uzcanga

Los insomnios de la casa Winchester

FEDOSY SANTAELLA

Siempre me he preguntado si los fabricantes de armas pueden dormir. No sé, son pendejadas que uno piensa y que a lo mejor al honorable fabricante de armas le importan un rábano. Quizá este caballero se centra en la tecnología que implica la fabricación de la misma, y tal aspecto tecnológico lo mantiene ocupado. En cierto modo, digamos que ése es su arte. Y por supuesto, de eso vive y con eso le da de comer a su hijos. Yo particularmente con las armas, tengo una relación contradictoria. Nunca tendré una, no me gusta el exhibicionismo que ellas implican, ni su cercanía con una muerte que uno no se anda buscando. Pero debo confesar que su estética, su diseño me fascinan. Ese su brillo oscuro, esa su presencia de líder sectario. Además, si no fuera por los fabricantes de armas, no existirían las películas de Sergio Leone ni las novelas de Dashiell Hammet. Pero aún así, me sigo preguntado: ¿dormirán los fabricantes de armas?

Y es que toda esta cháchara viene a colación porque yo creo saber de alguien que no podía conciliar el sueño ni descansar en paz. Una persona con una gran fortuna alcanzada gracias a la fabricación de armas fuego.

Debo aclarar que no fue esa persona, ella, Sarah, la que amasó tal fortuna, sino su esposo, o para ser más específicos aún, el padre del esposo, es decir, el suegro de Sarah. Pero las culpas en los matrimonios se transfieren, sobre todo si el testamento del marido incluye una herencia de más de 20 millones de dólares, y miles y miles de muertos… o espíritus. ¡Ah!, y cuando digo 20 millones de dólares, que ahora son bastantes, digo en realidad 20 millones de dólares para el año de 1881, que pare entonces era mucho más.


En fin, pongámosle apellido a Sarah para terminar de identificarla. Estamos hablando de Sarah Pardee, viuda de William Winchester, heredero de la Winchester Repeating Arms Company, la célebre fábrica de cierto modelo de rifle que para aquella época era la tecnología de punta, con un promedio de un disparo cada tres segundos. No es de extrañar que dicho prodigio haya sido el favorito de las tropas del Norte durante la Guerra Civil, y tampoco hemos de dudar que Oliver Winchester, padre de William, gracias a éste su otro vástago, se convirtiera en uno de los hombres más prósperos de América.

Pero los ricos, ay los pobres ricos no son felices, y es por eso que prefiero vivir en la ignífuga inopia. Porque la desdicha acecha a los prósperos, y si fabrican armas aún más. Pues donde ve momentos de felicidad allí se mete, a montar su festín macabro. Y en el año de 1866, el 24 de Julio, Sarah y William fungieron como sus invitados de honor. A los quince días de nacida, Annie, su primera – y única - hija, moriría a causa de una enfermedad conocida como Marasmo, un grave decaimiento somático y funcional del organismo provocado por deficiencia de protenías y calorías, causada sobre todo por el abandono prematuro del pecho de la madre y por infecciones intestinales.

Sarah quedó mal, desequilibrada. Empezaría a ir y venir entre la realidad y la locura, entre su casa de New Haven y el asilo psiquiátrico. Sólo diez años después, aún sin hijos, la vida por fin parecía volver la normalidad. Sarah se encontraba mejor, se le veía serena y en contacto con la realidad. Pero entonces, el imperio Winchester, se quedaría sin su emperador. William, ya para entonces heredero de la fortuna Winchester, fallecería de tuberculosis. Sarah, la pobre Sarah atormentada, recibiría casi el 50 por ciento de las acciones de la compañía, y unos 20 millones de dólares.

A falta de marido, buenas son mediums. Así que en esta historia entró la famosa medium de Boston, Mina Crandon. Margery, como era más conocida la medium, pronto empezó a ser vehículo de comunicación del marido, quien informó que sobre ellos pendía una maldición que le había arrebatado la vida de la pequeña Annie y la de él mismo, es decir, William. ¿Quién o quiénes había conjurado la atroz condena? Nada más y nada menos que las miles y miles de personas, ahora espíritus maléficos, que habían muerto bajo el fuego de las armas Winchester. Ellos, esos espíritus, buscaban venganza. A Sarah se le dijo que, para evitar más tragedias, para escapar de esa maldición y de su muerte, debía partir, viajar hacia el oeste de California en compañía del marido, quien en cierto momento le diría donde detenerse para establecer nueva vivienda. Allí, donde su marido le dijera, ella debía edificar una casa, cuya construcción nunca habría de parar. Sarah obedeció, viajó, y en 1884 llegó al valle de Santa Clara. Suponemos que su esposo le habló con alguna lejana voz en el interior de su cerebro, y ella, allí se detuvo. Compró una casa que estaba, precisamente, en construcción, más los 162 acres que la rodeaban. Digamos que Sarah vino, vio y venció, pues durante 36 años (otros dicen 38), los bien pagados obreros de Sarah no pararon de construir aquella mansión, las 24 horas al día, escapando así de la terrible maldición.

El descabellado edificio aún está allí. Quien haya visto o leído Rose Red de Stephen King, comprenderá que tal ficción está inspirada en la casa de Sarah Winchister. Una casa cuyo número exacto de habitaciones se desconoce (se han llegado a contar 160), donde hay ventanas en el techo y escaleras que se sellan también contra el techo, puertas que se abren sobre muros (el registro anota 2000 puertas), salones de espejos, pasillos secretos, un laberinto completo, diseñado para confundir a los espíritus que no quedaron atrás cuando Sarah partió de su hogar de New Haven, sino que se vinieron a vivir con ella, empacados en el ajuar millonario y oloroso a pólvora y sangre.

Sarah murió a las 83 años de edad. La mansión Winchister es hoy día un museo. Se dice que los fantasmas aún rondan por los pasillos, perdidos y confundidos en aquella mansión alucinada. A lo mejor Sarah también ande por allí, ánima insomne y sufrida. Ella, sin duda, fue uno de esos fabricantes de armas (quien sabe si el único) que no ha podido descansar en paz.

La señorita de Sartenejas

JOSÉ URRIOLA C.

- Profesor… ¿pero Ud. me jura que de verdad nunca la ha visto? –me pregunta Don Efraín con la voz casi partida por el llanto.

No alcanzo a responderle. En parte porque me mata de pena ver a ese hombre llorar; pero sobre todo porque me quedo frío viéndole la marca sanguinolenta sobre el cuello, como un mordisco fantasmal. Tal vez el rastro de una soga que le ha quemado la piel cerca de la yugular. Y allí recuerdo toda la historia.



Papá me despertó ese domingo temprano. “Chamo, ¿me acompañas a visitar a un amigo?”. Estuve a punto de decirle que no, que era domingo y que prefería dormir hasta más tarde, que mejor le dijera a mamá; pero vi al viejo tan nervioso, como con ganas de hacer algo prohibido, que me dieron ganas de ir. A mis once años de aquel entonces no sonaba malo el plan de ir a pasear con el viejo, llenarme la barriga de chucherías, comerme tres perrocalientes y dos botellas de refresco. Cuando papá y yo salíamos a solas era como si su diabetes se tomara un día sabático; y durante esas horas el viejo se metía cuanta cosa se le cruzara en el camino con mi más silenciosa y absoluta complicidad.

Tomamos la camionetita en la esquina de la casa. Nos bajamos un rato después en la Avenida el Parque de Prados del Este y de allí caminamos unos veinte minutos bajo la sombra de los árboles hasta la entrada del Psiquiátrico El Peñón. “El niño no puede pasar, las visitas sólo están autorizadas para mayores de 16 años” decía una enfermera gorda embutida en su uniforme blanco sucio, amenazando con volarle el ojo de un botonazo a cualquiera en cualquier momento. “Yo respondo por el joven. Soy su papá y me hago responsable”. “Bueno, allá Usted. Después viene un interno y le mete un carajazo al niño y vienen llorando los dos”. “No se preocupe, yo me encargo, ya le dije”. “¿A quién me dijo que venía a visitar?”. “Lisandro Antonio Muñoz… Teniente Lisandro Antonio Muñoz”. Y cuando papá pronunció ese nombre noté en su voz un dejo de melancolía, como si invocara el nombre de un muerto, de alguien que alguna vez se llamó así, pero ya no más.

“Vénganse por aquí” nos dijo la enfermera y enfiló hacia un pasillo pintado a mitades de verde y blanco. “El verde los tranquiliza muchísimo, esto antes estaba pintado de mostaza y los ponían de un agresivo que ni les cuento, ahora se quedan como sedados”, decía la enfermera como si se diera un tour a sí misma por el manicomio. Papá asentía distraído, pensando en cualquier otra cosa. Yo estaba preocupado en calcular cuántos yo cabíamos en cada nalga de la enfermera. Tenía un culo como para poner una mesa de billar en perfecto equilibrio. Cuatro, sí, yo creo que cuatro veces yo.

“Lisandro, Lisandro Antonio, mi amor… tienes visita”. Llega el tal Lisandro y se queda como congelado cuando ve a mi papá. Se le aguaron los ojos, se puso como más chiquito: “Profesor Santos Urriola, Usted por aquí”. “¿Cómo le va Teniente, hace tiempo que tenía ganas de venir a visitarlo”. Y se dieron un abrazo como dos buenos amigos que se reencuentran después de años y años de muchas canas y muchas arrugas. “Bueno, señores, mucho cuidadito. Yo me voy porque tengo qué hacer… cualquier emergencia me tocan el botón ese rojo que está allá para mandar a los enfermeros de seguridad”. Señala un botón rojo incrustado en la pared, justo en la franja divisoria entre el blanco y el verde. Yo calculo que con un salto grande llego, por si a las moscas. Ojalá que no, porque el loco se veía tranquilazo, pero uno nunca sabe.

Papá saca los Astor rojo y le ofrece la caja a Lisandro Muñoz. El teniente acepta, toma uno, luego otro, otro, otro, y otro. Se mete cuatro en el bolsillo, sujeta el quinto cigarrillo con la comisura de los labios y le pide fuego al viejo con un chasquido de dedos.

Que si cómo has estado, qué tal por acá, que todo tranquilo, que no se queja, no lo tratan mal, excepto un enfermero del turno de la noche que la tiene cogida con el teniente y lo golpea cuando está amarrado, y le manda más electroshocks de la cuenta, que la comida no está mala, la sopa de fideos es su favorita y las tajadas de plátano maduro también, que a los que se portan bien los premian con un trozo de queso blanco para comer con el plátano, “a mí me ha tocado toda esta semana mi quesito, profe”. “Ah, qué bien, Lisandro, pues lo felicito…”. Y así sigue la charla por minutos, media hora, otra media hora. Yo comienzo a aburrirme, hablan de los viejos tiempos cuando construían la Universidad Simón Bolívar, de cómo era la hacienda Sartenejas antes, de las cosas que han cambiado, las que siguen igual. El teniente parece conocer a todos los amigos de papá, pregunta por ellos uno por uno: “¿y el profesor Maíz Vallenilla?, “¿y la profesora Carmen Elena?”, “y aquél muchacho de barba… cómo es que se llamaba… Fernando Fernández, ¿no?”. Y papá le iba respondiendo uno a uno, le hacía un resumen de qué hacían, por dónde andaban. Que si fulano se murió, el otro está en Inglaterra, la profesora tal trabaja conmigo todos los días, somos grandes amigos, claro.

Yo me comienzo a aburrir, me pongo a patear unos mangos maduros que hay regados por el piso. Improviso una arquería con gaveras plásticas de Pepsi y me pongo a cobrar penales mientras estos dos charlan. Y en eso, de la nada, escucho un grito enfurecido: “¿Pero profesor, de verdad que Ud. nunca la ha visto? ¡No puede ser que nadie más la haya visto, sólo yo! ¿Por qué solamente yo?”. Y ese hombre se ha lanzado con las manos extendidas hacia papá y comienza a ahorcarlo, y papá le lanzaba manotazos a la cara, al pecho, rodillazos a los testículos. Yo le lanzo mangos a la cabeza al Teniente. Se me ocurre tocar el botón rojo. Tengo que pegar más de un salto, no llego, está demasiado alto. Tomo impulso y me lanzo con todas las fuerzas hacia el botón y lo alcanzo con la punta de los dedos. Papá está como un gato panzarriba defendiéndose de Muñoz. Llegan dos enfermeros gigantescos, la cosa más parecida a un gorila lomo de plata que hay en la especie humana. Hacen una llave para inmovilizar al loco y logran controlarlo con esfuerzo.

Ayudo a levantarse a papá. Le sacudo las rodillas llenas de polvo, le recojo los anteojos que han perdido un cristal en la batalla “y ahora cómo les explicamos a mamá” estoy a punto de decir; pero gracias a Dios me callo a tiempo. Y cuando estoy estirando el brazo, sosteniendo los anteojos con una pinza de dedos para devolvérselos a papá, me doy cuenta de una marca de sangre enorme que tiene Lisandro Muñoz en el cuello. Como un mordisco de dientes gigantescos. Una herida demasiado profunda como para que se la hubiese hecho papá durante la pelea.

Amarran al teniente y se lo llevan a rastras. Papá se le queda viendo hasta que desaparece al girar por una esquina ayudado por un último y brutal empujón propinado por uno de los enfermeros que le grita “¡Loco de mierda, todavía con tu cuento de la ahorcada, hasta cuándo vas a seguir con esa güevonada!”.

El viejo y yo salimos del psiquiátrico El Peñón en absoluto silencio. Papá telefonea a la vieja desde un teléfono público cerca de la entrada. Que nos vaya a buscar en la principal de Prados del Este en un cuarto de hora.

“Papá… ¿qué fue eso, qué pasó, quién es ese señor?”. Pregunto al viejo sin poder aguantar más. Papá camina con el mentón enterrado en el pecho. Tarda unos segundos en responder. “Chamo, no le vayas a contar nada de esto a tu mamá, ¿vale? Este será nuestro secreto”. “Sí, vale, cuéntame ya”. “Pero es que si le cuentas a la vieja te mato, carajito, ¿me estás entendiendo?”. “Que sí, coño… cuenta”.

Papá me pone su mano morena y velluda sobre el hombro, el gesto típico cuando exigía verdadera atención y cuando no quería que lo interrumpieras: “Lisandro Antonio Muñóz era teniente de la Guardia Nacional hace muchos años, cuando se fundó la Universidad Simón Bolívar. En aquellos tiempos designaron a un destacamento de la Guardia Nacional para custodiara la Universidad, así que cuando todos los profesores nos íbamos, se quedaban unos cuantos guardias encerrados en Sartenejas cuidando los edificios nuevos y las viejas casas de la hacienda. Lisandro era uno de ellos, creo que de hecho era el jefe de ese destacamento. Nos hicimos amigos de tanto vernos por allí, caminando por entre los árboles, viendo cómo la vieja hacienda iba dejando el paso a una universidad moderna. Una mañana me encontré al teniente Lisandro Muñoz con el rostro desencajado del miedo, tenía unas ojeras enormes, se le notaba a leguas que había dormido mal. Me preguntó, de buenas a primeras, si yo no había visto nunca a “la ahorcada”. Le dije que no tenía la menor idea de qué, o de quién, me estaba hablando. Me dijo: “sale por las noches, por allá en el pasillo posterior del edificio del Básico 1, anda en dormilona, tiene una soga en el cuello, dicen que es la hija menor del patrón que se ahorcó en la mata de mangos hace muchos años, se suicidó por una pena de amor”. Yo le pregunté que qué cuento era ese, que de dónde sacaba esa historia de aparecidos. Me respondió, perdiendo un poco la paciencia, que lo único que tenía que hacer era quedarme una noche a dormir en la Simón Bolívar, que me acercara a la medianoche por los alrededores de la mata de mangos que aún estaba de pie justo detrás del Básico 1. Y que esperara. “Lo malo es que si ella lo ve, lo va a perseguir hasta alcanzarlo. Y si lo alcanza, lo ahorca”. Yo me reí, quizá por los nervios. “No se ría, mire cómo me tiene a mí” y diciendo esto se bajó el cuello de la camisa caqui y se señaló la carne herida. Un mordisco, o una quemadura de cuerda sobre el cuello. “Eso fue ella. Noche tras noche se me aparece y me persigue para ahorcarme. He pedido traslado, que alguien me haga la suplencia, que me den de baja, lo que sea. Me dicen que me deje de mariconadas, que sea hombre, que cómo voy a andar con cuentos de fantasmas, que le estoy faltando el respeto a mi Guardia Nacional. A mí no me importa, yo quiero que me saquen de aquí”. Yo hice lo que pude por ayudarlo. Pero el hombre se fue volviendo loco, cada vez más loco, cada vez más paranoico, y con aquella herida en el cuello todos los días más grande. Se lo llevaron con camisa de fuerza una tarde. Y hay un rumor en la Universidad de que no ha sido ni el primero ni el último. La ahorcada de la mata de mango aún anda por allí…

Escuchamos la corneta del Coronet verde, los tres bocinazos característicos del carro de mamá. Nos esperaba ya en la esquina. “Acuérdate de quedarte callado. Ni una palabra, José Santos”. “Tranquilo, papá, no diré nada”.

“¿Cómo les fue a los hombres de mi casa?” pregunta la vieja desde el volante con la dulzura de siempre. “Bien… muy bien” respondemos los dos con atropello y duda. “No parece, con ese tono fúnebre, y esas caras… ¿seguro que bien?”. “Sí. Todo bien”. Mamá no pregunta más; es una artista haciéndose la que no se entera de nada cuando está clarísima en cómo es todo. Guarda silencio y luego canta suavecito cualquier cosa. Seguro que más tarde le ajusta las cuentas a papá, calladita y a puerta cerrada.

Llevo diez minutos de retraso para llegar a mi clase y subo las escaleras hacia el Básico 1 brincando los escalones de dos en dos. Casi me llevo por delante a Don Efraín, el jardinero de la Universidad Simón Bolívar, a quien la propia universidad le ha dado permiso para levantar su ranchito detrás del invernadero. El hombre prácticamente es el único ciudadano que vive toda su vida dentro de Sartenejas. Es un hablador de primera, le encanta conversar y tiene una cultura popular que raya en lo genial. Uno habla dos minutos con Efraín y eso ya basta para aprender todos los días algo nuevo. Pero últimamente el hombre anda como tosco, huraño, esquiva los saludos, no te mira más nunca a la cara. Se la pasa con la cabeza enterrada entre los hombros. “Algún día que tenga tiempo me paro a saludarlo y le pregunto. Seguro que ha peleado con la mujer, quizás sea algo con el hijo. Le voy a echar una mano a Don Efraín, pero será otro día”.

Me frena un grito agudo del jardinero: “Profesor… Profesor Urriola”. Me detengo a saludarlo: “Cómo me le va, Don Efraín, aquí voy con retraso para variar… tengo que correr antes de que se me vayan los alumnos”. “Profesor, por favor, un minutito… es sólo para preguntarle si Ud. por casualidad no la habrá visto”. “¿A quién?”. “A la señorita ahorcada, la que anda en dormilona con una cuerda en el cuello. La que me persigue todas las noches”. “No, Don Efraín, la verdad es que no la he visto”.

- Profesor… ¿pero Ud. me jura que de verdad nunca la ha visto? –me pregunta Don Efraín con la voz casi partida por el llanto.

No alcanzo a responderle. En parte porque me mata de pena ver a ese hombre llorar; pero sobre todo porque me quedo frío viéndole la marca sanguinolenta sobre el cuello, como un mordisco fantasmal. Tal vez el rastro de una soga que le ha quemado la piel cerca de la yugular. Y ya allí sé cómo sigue esta historia.

Horroróscopo...

JOSÉ URRIOLA C.


PREDICCIONES GENERALES PARA 2006


Capricornio: del 22 de diciembre al 20 de enero.
Molestias de salud que no podrás descifrar, dolores y malestares que nunca antes habías sentido. Confusión, pérdida de peso y del apetito. Se te despertarán los fantasmas del pasado y otros que ni sospechabas que también te habitan. Pánico, inestabilidad. Evita cualquier diagnóstico médico, examen hematológico o radiografía: mostrarán algo horrible que se desarrolla en tu interior. Hacia finales del año descubrirás que todo fue un error médico; nunca tuviste nada… pero has pasado un año tan estresado y angustiado por la supuesta enfermedad mortal que ahora sí que seguro tienes algo grave. Gravísimo.

Acuario: del 21 de enero al 19 de febrero.
Persona encantadora, la que estuviste esperando toda tu vida, se cruzará finalmente en tu camino. El amor repentinamente tocará a tu puerta. Apuesta, gentil, cálida, inteligente, llena de atributos, y lo más insólito es que se interesará por ti. El flechazo será fulminante, la química que surgirá entre tu piel y la de tu amante no conoce patrón de comparaciones. HUYE, te partirá el corazón, cuando estés montado en la cresta de la ola se irá con otra persona y te dirá que no te quiere, que nunca te quiso, que además sufres de halitosis –ni lo sospechabas- y que detesta cómo mojas las sábanas con el sudor de los pies. Te querrás como morir, así que mejor corre apenas la veas, o creas verla.


Piscis: del 20 de febrero al 20 d marzo.
Será un año absolutamente mediocre y gris. No te pasará nada. Nada de nada. No cambiarás de trabajo, no te ascenderán, seguirás calándote al jefe con sus mismos chistecitos malos del año pasado. No conocerás a nadie importante. Será otro año de abstinencia sexual obligatoria. Harás dieta y como siempre acabarás con dos o tres kilos más. Te seguirás aburriendo con la misma gente en los mismos lugares y hablando los mismos temas de conversación de siempre. Como siempre, también, harás muchos planes que ninguno verá luz, que te dará fastidio ejecutar, que siempre la rutina relegará para otro momento, en otra ocasión, que por supuesto este año tampoco llegará.

Aries: del 21 de marzo al 20 de abril.
Saturno estará de visita en la casa de Aries en el primer trimestre de año. La fortuna llega de imprevisto. Una cuantiosa suma de dinero será depositada misteriosamente en tu cuenta. Comprarás nuevo auto, nueva casa, ropas de marca. Algo relacionado con apartamento en zona cara de la ciudad que obsequias a mujer. Viejos amigos a los que casi nunca veías volverán a cruzarse en tu camino. Popularidad, éxito. Atención con los excesos. Hacia el segundo trimestre del año un cometa se atravesará entre Saturno y la Tierra, un cometa de esos que pasa cada 765 años por el sistema solar, los últimos que lo vieron fueron los mayas, y apenas un grupito. Sobrevendrá la tragedia sobre Aries. Te acusarán de estafa, demandas multimillonarias, embargo de tus bienes (los nuevos y también la ridiculez que tenías antes). Terminarás, hacia el último trimestre, en la cárcel o con camisa de fuerza internado en un psiquiátrico. Te irán a visitar, pero sólo al principio.

Tauro: del 21 de abril al 20 de mayo.
Tiempo positivo para los cambios. Te atreverás a tomar esa decisión que por tanto tiempo has tenido entre sien y sien dando vueltas y vueltas. Una fuerza interna especial, acompañada de una convicción contagiosa, te llevará a recoger tus cosas, hacer maletas, emprender tu camino hacia una nueva vida. Romperás con el pasado y le sonreirás al porvenir que ahora pinta más promisorio que nunca. Cuando el porvenir se haga presente te encontrarás viviendo en un lugar horrible, rodeado de gente que detestas, sin dinero en el bolsillo ni para tomarte un café. Habrás perdido una maleta, la otra está vieja y se le salen por los intestinos la ropa interior sucia, la tercera maleta se la prestaste a un amigo que nunca más volvió. Querrás mudarte de nuevo, volver a cambiar de vida, quizá regresar a dónde has salido… pero la oportunidad ya la malgastaste este año, aguanta porque todavía te va a ir un poco peor. Así que espera a ver qué te dicen los astros para el año que viene.

Géminis: del 21 de mayo al 21 de junio.
Año de cambios drásticos. Comenzarás por el corte y el tinte de cabello. Ropa nueva para romper con tu estilo. Te irás convirtiendo paso a paso en una copia fidedigna de cada una de esas personas que más odiaste en la vida. De cada una reproducirás –sin quererlo y sin percatarte- justamente lo peor, lo que más criticaste, aquello que más te sacaba de quicio. Tu vida pasará a ser un compilado de retazos de malas películas que alguna vez detestaste. Las palabras que pronuncies serán parlamentos ridículos de novelitas rosas que, sin saber cómo, te has aprendido de memoria. Cada vez que te fotografíen tendrás el mismo rictus en la boca y el mismo gesto de manos que siempre te dio tanto asco ver en las fotos de otros. Hacia finales de año te encontrarás con cierta persona que ha sido importantísima en tu vida. Le costará horrores reconocerte; pero acertará a llamarte por tu nombre. Tú no podrás reconocerle. Bueno, ni siquiera serás ya capaz de reconocerte a ti misma.

Cáncer: del 22 de junio al 21 de julio.
Tu padre –en el caso de que esté vivo- te confesará que tiene algo importantísimo que decirte, algo que te cambiará la vida. Te pondrás nerviosísimo y pasarás semanas con el corazón encaramado en el esófago a punto de vomitarlo. Cuando finalmente tu padre te siente a puerta cerrada para decirte aquella verdad fulminante, descubrirás que era algo absolutamente intrascendental que ya sabías hace rato. En el caso de que tu padre esté muerto, se te aparecerá de súbito en el reflejo del espejo del baño a media noche, te dirá algo que realmente no sabías y que te cambiaría la vida… pero es tal el susto que te metes que no recuerdas nada de lo que te anuncia desde ultratumba y por lo tanto lo inevitable ocurrirá, aunque ahora te asustarás el doble y además dos veces.

Leo: del 22 de julio al 22 de agosto.
La suerte parece haberse alojado en la cueva del león. Ganarás un concurso importante. Viaje internacional a evento deportivo que acapara la atención mundial. Sin embargo: dificultades en el aeropuerto. Problemas con tu pasaporte, lío de papeles, extravío de maleta. En el aeropuerto de destino serás confundido con otra persona. Interrogatorios, horas de espera, tortura psicológica, te harán beber un brebaje laxante. Hombre barbudo y fuerte de malos modales hará algo muy feo provisto de guantes de látex. Aclarada la confusión te dejarán en libertad pero no te pedirán disculpas. Asistirás a todos los juegos del evento; simplemente para ver a tu equipo perder por palizas históricas. A tu regreso te conocerán como “el pavoso”; te costará mucho recuperar la confianza de los otros. Y la tuya propia ni hablar.

Virgo: del 23 de agosto al 22 de septiembre.
Houston… we have a problem. Bueno, el punto es que no estás. No apareces en los astros ni este año ni en las predicciones del que viene. Es como si no existieras. Uno se asoma y lo que hay es un agujero negro, un vacío absoluto. Nada. Es decir, no habrá Virgos este año, y quién sabe por cuántos más. Así que, ni modo, te cambias esa fecha de nacimiento, te camuflarás con el signo de tu ascendente, no me importa, haz lo que te dé la gana, lo que sea; pero Virgo ya no puedes ser. A lo mejor es que todos se van a morir en un Tsunami sólo mata Virgos, o tal vez amanezca una mañana y ¡puf! se desvanecieron todos y ni rastro. El año que viene seremos once en el zodíaco, o quién sabe si te pondrán otro nombre. ¿Seguirás aún por allí?

Libra: del 23 de septiembre al 22 de octubre.
El primer síntoma será la caída del cabello en gruesos mechones, luego se te quebrarán las uñas desde la base e incluso alguna pieza dental se desprenderá de raíz. Mete todos tus fragmentos en una botella llena de miel. Colócala en tu mesa de noche y enciende a su lado un velón con esencia de mandarinas. Duerme con esto junto a tu cama, no permitas jamás que la vela se extinga ni olvides nunca meter cada cabello, cada trocito de uña, cada incisivo roto en el frasco con miel. Morirás de autocombustión espontánea. Tan sólo quedarán de ti las botas de cuero apoyaditas sobre el colchón con pedazos chamuscados de tobillo. Quedarán también tus pedacitos flotando en miel, eso será lo único que entierren. A todos les quedará la duda de si el incendio ocurrió por culpa de la vela. Sólo tú sabrás lo curioso que huele tu carne quemada mezclada con un toque de mandarina, y lo bonito que dibuja el fuego con tonos ámbar la pared al atravesar un frasco de miel.

Escorpio: del 23 de octubre al 21 de noviembre.
Tiempos de protagonismo se avecinan. Tu autoestima se incrementará. Serás el centro de atención de a cuanta reunión asistas. Tus chistes harán reír hasta la histeria a todos los concurrentes. Tus comentarios serán recibidos con gestos de asentimiento e incluso con aplausos de contenida emoción. Serás categórico y harás prevalecer tu autoridad en situaciones cuando sientas contradicción o falta de respeto. Andarás por la calle con el pecho henchido de orgullo, con la frente tan en alto que te llevarás las cosas por delante con el mentón. Por mero accidente, casi por equivocación, te darás de bruces con la realidad. Te enterarás de que eres el hazmerreír del pueblo. Que te llaman por nombres que siempre tienen que ver con lo patético y lo ridículo. Que eres ése a quien siempre invitan para tener de quién burlarse. Dejarán de invitarte hacia finales de año, y tus chistes ya para ese entonces no arrancarán ni siquiera una sonrisa compasiva al peor de los aduladores.

Sagitario: del 22 de noviembre al 21 de diciembre.
La interferencia que causa Marte en su paso entre la Galaxia de Andrómeda y Venus traerá algunas consecuencias para ti. Digamos que lo más importante es que se te desordenarán las moléculas. Las tuyas y las de tu entorno. O sea, se rebelarán para transformarse en otra cosa. Toda la música que escuches, sea en la radio, sea en tus discos, sea accidentalmente cuando pases por una tienda… será siempre Ricky Martin. Cada vez que te asomes en el espejo verás a una persona diferente, nunca más tu reflejo será el de la persona que has sido hasta ahora. Hoy serás rubio, mañana chino, pasado mañana morena. Cada vez que enciendas la tele o vayas al cine estarás en cadena presidencial. Todos los demás verán películas, seguirán el mundial, comentarán la novela; para ti sólo existirán cadenas presidenciales a todo grito y a toda hora. Consejo: aguanta; Marte tardará en pasar cinco o seis añitos, luego todo volverá a la normalidad. Todo. Excepto tú.

Tubo de escape


¿Y si en el lugar vacío empezamos a poner a Espartaco Santoni (con permiso de Echeto), a Lila Morillo, a Leoncio Martínez, o bueno, pa’que no digan que uno no se pone serio, a Rómulo Gallegos, a Salvador Garmendia o a Villanueva?




Idea tomada de “Héroes de papel moneda”, texto escrito por Gustavo Valle y publicado en Letras Libres (Enero 2005)